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miércoles, 18 de abril de 2007

Carta encíclica Gloriosam Ecclesiam - León XIV



CARTA ENCÍCLICA

GLORIOSAM ECCLESIAM

De nuestro Santísimo Señor
León XIV
Siervo de los Siervos de Dios,
por la Divina Providencia
a los Patriarcas, Primados, Cardenales, Arzobispos, Obispos

y otros ordinarios en Paz y comunión con la Sede Apostól= ica.


   La Glorio= sa Iglesia vive hoy el reflorecimiento de una herejía que, creía= mos, habíase ido apagando. Es por ello que Nuestro corazón, tocado= de dolor íntimamente[1][1]=   nos hace sentir llenos de amargura porque, ha llegado a Nos la terrible noticia de que algunos, inspirados por= el Mismísimo Lucifer, han propagado por esta santa y venerable tierra nuevamente la herejía de los Palmarianos, transpasando los términos puestos por los Padres[1][2]= que ya en su día, condenaron esta maldita y perfida doctrina, farisaica, maldita, falsa y mentirosa. Ya en otra ocasión hemos hablado acerca = de este pérfido grupo cismático, ahora dividido ya que algunos siguen al sucesor del Antipapa Clemente en la persona de Alonso Corral (conocido como Pedro II); en nuestra carta encíclica Restauratio<= /i> incluimos a estos dos fornicarios como cismáticos y condenamos su supuesta “Iglesia”. ¿Pero que es lo que predican? Pero a= ntes nos preguntamos con San Pablo “¿Cómo predicará= ;n, si no son enviados?[1][3]= , y no lo son porque en primer lugar sus ordenes no son válidas, porque están viciadas de nulidad tal como lo reconoció Monseñ= or Thuc al retractarse y desligarse de estos dementes en su momento. Además, pesa sobre ellos nuestra indignación y nuestro anatema perpetuo porque no han demostrado ningún deseo de volver a la Obedie= ncia del Soberano Pontífice que ahora somos Nos, Vicario de Cristo, Sierv= o de los Siervos de Dios, León XIV para perpetua memoria.
Sus doctrinas vanas y peregrinas[1][4]= reducen la cabeza a la cola[1][5]= , han caído en las “profanas novedades de palabras”[1][6]= y ensucian el nombre de la Santísima Virgen María, la Augusta M= adre de Dios y ponen en sus labios palabras que la Santísima Señor= a Nuestra Jamás diría colocando así el Arca de la Alianza cabe Dagón[1][7]= . No han afirmado su corazón en la gracia[1][8]= , sino que lo han entregado a Satanás, porque predicaron un evangelio diferente al que nos transmitió Nuestro Señor Jesucristo, por= lo que renovamos, por esta Nuestra Carta Encíclica, el anatema al que estamos obligados a declarar[1][9]= .
Y a fin, pues, que esta doctrina temeraria y perversa no se infiltre como una gangrena[1][10] y envenenando a muchos tenga Raquel que llorar a sus hijos perdidos[1][11], revestidos de la Autoridad que Nos, León XIV, por la Autoridad que h= emos recibido del Verbo que se hizo carne y habitó ente Nosotros[1][12] no podemos permitir que las vacas feas y flacas, consumidas de puro magra que están, porque pacen donde no crece sino abrojos y que por ello mismo= no dan señal de hartura, devoren y consuman a las hermosas que forman el rebaño del Señor[1][13]. Antes bien, por la presente, Nuestra Carta encíclica os exhortamos a permanecer fuertes y firmes en la fe que habéis recibido, la cual es= la de la Santa Iglesia Católica y que no está, como la de esa miserable secta herética, adulterando permanentemente la Palabra de = Dios[1][14].
Siendo todos y cada un= o de ellos enfermos con desordenes sexuales, pérfidos embaucadores, sodom= itas, prostitutas y prostitutos, perros que merecen las llamas del infierno por t= oda la eternidad, que no se cansan de desparramar su enseñanza maldita, obscura, brujeril y que bajo apariencia de piedad no dejan de renegar de la virtud de ella[1][15] nos vemos obligados ensuciar nuestras manos con sus inmundos escritos, a los que, todos y cada uno de ellos, han sido incluidos en la Lista de Libros Prohibidos. Por eso mismo ordenamos al Tribunal de la Sagrada Inquisición, y otorgamos al Cardenal Alejandro de la Compasión todos y cada uno de los poderes de policía necesarios para que encue= ntre estos inmundos escritos, así como todas y cada una de las Imágenes o Estampas de la Santa Faz a la que ellos han manchado colocándole el estiércol de las falsas profecías y de = los falsos mensajes
Por eso mismo es que N= os, Vicario de Cristo, Siervo de los Siervos de Dios, León XIV, Papa Verdadero, Verdadero Sucesor de San Pedro, decretamos formalmente que cualquiera que sostenga la herejía de los palmarianos cae en excomunión.
¿Es menester re= cordar ahora quien es el responsable terrenal y la cara visible de este escándalo que es la secta de los palmarianos? Su nombre no debe ser olvidado, y la vergüenza y oprobio de este fronicario, sodomita, vicio= so, perjuro fue Clemente Domínguez y Gomez, el Antipapa Gregorio XVII del Palmar de Troya, aquel que “embaucó a los habitantes de la tierra con los prodigios que le fue dado hacer[1][16], no por Dios, sino por Lucifer. Todas sus profecías son prueba infali= ble de que fue un loco, un mentiroso y que merecía ser asesinado[1][17]. ¡El infame de Clemente Domínguez aseguró conocer en distintas oportunidades la fecha= de la Consumación del Mundo! ¡Perfido! Mil veces condenado al igu= al que todos sus seguidores porque Jesucristo mismo nos dice que ni Él,= ni los Ángeles saben el día de la Segunda Venida[1][18]. Las supuestas visiones y revelaci= ones proféticas muestran todos los errores de este infame de Clemente Domínguez y Gómez no se deben sino a la obra de Satanás con todo poder y señales y prodigios de mentira y con toda seducción de iniquidad para los que han de perderse en retribuci&oac= ute;n de no haber aceptado para su salvación el amor de la verdad”[1][19]. Y los sacerdotes, los obispos y demás falsos clérigos de su linaje salidos, no son sino “falsos profetas han salido al mundo”= [1][20].
Finalmente declaramos a perpetuidad, tal como lo hicieron nuestros santos predecesores que, cualquiera que enseñare, predicare o tan siquiera en lo m&aacut= e;s profundo de su corazón sintiera diferente a como observa, predica y siente esta Santa Iglesia Católica, la cual es Una, Santa Católica y Remanente, y que por Nos es guiada en esta Tormenta con el auxilio de Nuestro Señor Jesucristo; decíamos, que si alguien, tan siquiera sintiere diferente a lo que la Iglesia sintió, siente y sentirá sobre el sacramento del bautismo, de la Eucaristía, d= e la confesión de los pecados, de la Confirmación, del Santo Matrimonio, de las Sagradas Ordenes y del Viático, o en cualquier ot= ra materia dogmática y disciplinar que Nos, nuestros Sucesores o los obispos y sacerdotes apegados al catecismos y bajo nuestra obediencia existieran,
Incurren en la Ira e indignación  de Nos, Papa, Vicario de Cristo, Siervo de los Siervos de Dios, Doctor Infalib= le y Universal de la Santa Iglesia, Una, Santa, Católica, Apostóli= ca y Remanente, León XIV, y sobre todo de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la indignación de la Santísima Virg= en María, Madre de Dios, Santa Virgen de las Vírgenes, Madre de = la Iglesia, así como de San Miguel, San Gabriel, San Rafael, de todos l= os Santos Angenes y Arcángeles, todos los Santos Coros de los bienabenturados espíritus, de San Juan Bautista, de San José,= de San Joaquín, de Santa Ana, de todos los Santos Patriarcas y Profetas= , de San Padre y San Pablo, de San Andrés, de San Santiago, de San Juan, = de Santo Tomás, de San Jacobo, de San Felipe de San Bartolomé, de San Mateo, de San Simón, de San Judas Tadeo, de San Matías, de San Bernabé, de San Lucas, de San Marcos, de todos los Santos Aposto= les y Evangelistas, de todos los Santos discípulos del Señor, de todos los Santos inocentes, de San Esteban, de San Lorenzo, de San Vicente,= de San Fabían y San Sebastían, de los santos Juan y Pablo, de los Santos COsme y Damián, de los Santos Gervasio y Protasio, de todos l= os Santos Martires de la Santa Iglesia Católica, de San Silvestre, de S= an Gregorio, de San Ambrosio, de San Agustín, de San  Jerón= imo, de San Martín, de San Nicolás, de todos los Santos Obispos y Confesores, de todos los Santos Doctores, de San Antonio, de San Benito, de Santo Domingo, de San Fransisco, de todos los santos Sacerdotes y Levitas, = de todos los Santos Monjes y Ermitaños, de Santa María Magdalena= , de Santa Agueda, de Santa Lucía, de Santa Inés, de Santa Cecilia= , de Santa Catalina, de Santa Anastasia, de todas las Santas Virgenes y Viudas, = de todos los Santos y Santas de Dios y de todos los santos predecesores nuestr= os en el Sumo Pontíficado de la Santa Iglesia, de De San Lino, de San Anacleto, de San Clemente I, de San Evaristo, de San Alejandro I, San Sixto= I, de San Telesforo, de San Higinio, de San Pío I, de San Aniceto, de S= an Sotero, de San Eleuterio, de San Víctor I, de San Ceferino, de San Calixto I, de San Urbano I, de San Ponciano, de San Antero, de San Fabián, de San Cornelio, de San Lucio I, de San Esteban I, de San Si= xto II, de San Dionisio, de San Félix I, de San Eutiquiano, de San Cayo,= de San Marcelino, de San Marcelo I, de San Eusebio, de San Melquíades, = de San Silvestre I, de San Marcos, de San Julio I, de San Dámaso I, de = San Siricio, de San Anastasio I, de San Inocencio I, de San Zósimo, de S= an Bonifacio I, de San Celestino I, de San Sixto III, de San León I, de= San Hilario, de San Simplicio, de San Félix III, de San Gelasio I, de San Símaco, de San Hormisdas, de San Juan I, de San Félix IV, de = San Agapito I, de San Silverio, de San Gregorio I, de San Deodato I, de San Martín I, de San Eugenio I, de San Vitaliano, de San Agatón, = de San León II, de San Benedicto II, de San Sergio I, de San Gregorio I= I, de San Gregorio III, de San Zacarías, de San Pablo I, de San Le&oacu= te;n III, de San Pascual I, de San León IV, de San Nicolás I, de S= an Adriano III, de San Esteban V , de San León IX, de San Gregorio VII,= de San Celestino V, de San Martín V, de San Pío V, de San Gregor= io XVI, de San Pío IX, de San León XIII, de San Pío X, de= San Benedicto XV, de San Pío XI y de San Pío XII, y de NOS, Vicar= io de Cristo, Siervo de los Siervos de Dios, Dulce Cristo en la Tierra, Patria= rca de la Santa Iglesia, Patriarca de Occidente, Doctor Supremo, Doctor Infalib= le, Cabeza Visible de la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostóli= ca, León XIV, Papa en el exilio. Y sepa el iunicuo que a siquiera sentir diferente a Nos se atreva, que además estará sometido a las p= enas del derecho si tan solo osara manifestar públicamente de cualquier f= orma lo que en su corazón siente.
Por eso decimos a vosotros, seguidores de este excremento en la tierra mientras vivía, tizón al rojo hoy en las profundidades del abismo. = 220;Id malditos al fuego eterno preparado para el demonio y sus ángeles&quo= t;[1][21]
 
Dado en el Altar Mayor de la Iglesia Nuestra Señora de la Compasión,
A los 18 días del mes de abril del a&ntil= de;o de Nuestro Señor Jesucristo 2007.
Segundo de Nuestro Pontificado.
León XIV. Papa



[1][1] Gen VI, 6.
[1][2] Prov XXII, 28.
[1][3] Rom X, 15
[1][4] Hebr XIII, 9.
[1][5] Dt XXVIII, 13-14.
[1][6] I Tim VI, 20.
[1][7] I Re V, 2.
[1][8] Hebr XIII, 9.
[1][9] Gal I, 8.
[1][10] II Tim, II, 17.
[1][11] Jer XXXI, 15.
[1][12] Jn I.
[1][13] Gen XLI, 18ss.
[1][14] II Cor, II, 17.
[1][15] II Tim, III, 5.
[1][16] Apoc XIII, 13.
[1][17] Dt XIII, 1-5.
[1][18] Act I, 7.=
[1][19] II Tes II, 9-12.=
[1][20] I Jn IV, 4.
[1][21] Mt XXV, 41.


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