Palabras del Santo Padre tras el Vía Crucis
Hoy, Viernes Santo, somos testigos del mayor crímen de la historia: el
deicidio cometido por los judíos, quienes por Odio al Creador, Mataron
al Verbo Encarnado. Hoy, recordamos ese crimen horrible, pero no somos
como los herejes de la Iglesia del Vaticano II. A Cristo Nadie le quitó
la vida, él la entregó por su propia voluntad para redimirnos. Su
Sangre, lava nuestros pecados y prepara a la Iglesia de los Elegidos,
que somos Nosotros aquí reunidos hoy.
Queridos hermanos, mis amigos... La Iglesia hoy sufre y llora como lloró
San Juan, como lloró la Augustísima Madre de Dios, la Siempre Virgen
María. ¡Qué piedad! ¡Qué sujeción a la Voluntad de Dios! ¿No vemos el
contraste con el mundo moderno? ¿No tenemos acaso, incluso cerca de
Nosotros a muchos que en vez de someterse a los dictados de Dios deciden
imponer sus propias leyes, su propia voluntad? Hoy la Iglesia los
convoca a vivir como Nuestra Madre, como San Juan... pero algunos
prefieren las comodidades del mundo. Hoy, Judas tiene sus discípulos.
Carísimos, para que se cumplan las leyes de la Iglesia, Nosotros hemos
decidio hacer Vigilia, Ayuno y Penitencia hasta el Domingo de Pascua.
Rogamos a Dios, Omnipotente, que de fuerzas a los fieles verdaderos para cumplir con la Voluntad de Dios.
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